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Marco Martos: El Caballero de las Letras

Marco Martos: El Caballero de las Letras

“¿La ficción ayuda a construir una imagen perversa de los abogados? Tal vez sí, aunque quienes hayan tenido que pasar por algún proceso judicial en nuestro país no necesitan conocer a muchos personajes de ficción para tener una opinión negativa de los abogados, del Poder Judicial o del sistema. Pero, también hay que decir que es muy fácil para un literato hacer una caricatura del derecho”.

Por Redacción Laley.pe

domingo 24 de mayo 2015

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*Por: Katherine Subirana Abanto

Marco Martos pudo ser abogado, pero declinó esta oferta del destino. Seguro con amabilidad, como siempre. Nació en Piura en 1942, y tras llevar un año de Derecho en la Pontificia Universidad Católica del Perú, abandonó la carrera para dedicarse por completo al milagro de la creación poética –como la ha llamado incontables veces–, estudiando literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Asegura que su deserción no tuvo nada que ver con la mala fama de los abogados.

“Las leyes orientan la discusión hacia la búsqueda de la verdad de determinados hechos. Por este lado de la jurisprudencia hay raíces muy fuertes entre el desarrollo de una sociedad y el desarrollo de sus leyes. Pero una cosa es el plano teórico y otra cosa la práctica. Hay personas, soy una de ellas, que admiran la jurisprudencia, pero no así la práctica de muchos abogados”, dice.

Es uno de los más importantes intelectuales de nuestro país, pero no sabe de soberbias. Tal vez por su vocación de maestro, su sencillez y su paciencia se equiparan a su brillantez. Es uno de los poetas más destacados de la generación de los sesenta. Literato, profesor de pregrado y postgrado son solo algunos de los títulos que ostenta. Ha sido periodista, director de la Academia Peruana de la Lengua (de la que aún es miembro), y es director de la Unidad de Investigación de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, miembro del Tribunal de Ética del Jurado Nacional de Elecciones, y fervoroso asesor de incontables tesis de postgrado.

Del humanismo, las letras y las leyes

A pesar de su recelo ante el trabajo de ciertos juristas, Martos destaca los motivos de su admiración por el Derecho: “es admirable porque desde Grecia o Roma, el Derecho ayuda a la convivencia de los seres humanos”, dice. En ese sentido Martos distingue que el derecho haya crecido no solo por el trabajo de los juristas, felizmente, y menciona que los humanistas han contribuido a hacer las mejores leyes y el estudio de las leyes.

Un buen ejemplo de ello es el historiador Jorge Basadre, profesor de Historia del Derecho y autor de los libros Historia del Derecho Peruano y Fundamentos de la Historia del Derecho. Y viceversa: Francisco García Calderón, jurista que llegó a ser presidente provisional del Perú durante la guerra con Chile, fue también el primer presidente de la Academia Peruana de la Lengua. Abogados que son también brillantes literatos no faltan en nuestra historia. “Enrique López Albújar, abogado y juez, escribió sus Cuentos Andinos, mostrando un gran conocimiento de la realidad peruana. La visión que él tiene de los indios es la visión del juez que los acusa de algo, pero al escribir estos cuentos se pone de lado de cada uno de sus personajes, y esa es una característica muy importante para un buen escritor, mostrar con claridad el punto de vista de los personajes”, recuerda. Y rescata también los nombres de Alberto Wagner de Reyna, Fernando de Trazegnies y Luis Enrique Tord.

Historia de las injusticias

Uno de los ejemplos menos felices de la disfuncionalidad histórica de la justicia lo protagonizó el poeta César Vallejo. “Hay toda una literatura jurídica alrededor de Vallejo, a quien acusaron de incendiario en 1920 y cuyo juicio se cerró hace poco”, señala.

Este no es realmente un recuerdo feliz, pero sí ilustrativo. Vallejo fue nombrado Juez de Paz de Trujillo por la Corte de Justicia de La Libertad en 1916, sin embargo, esto no lo libró de pasar 112 días injustos en prisión entre los años 1920 y 1921, a causa de una reyerta en la que no participó. El año 2007 el Poder Judicial, bajo la presidencia de Francisco Távara, realizó una ceremonia de desagravio y disculpas póstumas hacia el poeta. Se le llamó “Reo injusto”. Vallejo por su lado, en uno de sus “Poemas en prosa”, recuerda este episodio con dolor: “El momento más grave de mi vida fue mi prisión en una cárcel del Perú”.

Si pudiéramos escuchar la voz de otras personas injustamente encarceladas, tal vez no dirían cosas muy distintas a las que dijo Vallejo. “Es comprensible que cualquier peruano que recibe una citación judicial tiemble. Aún sin tener nada que ver, entrar a un lugar con un letrero ‘juzgado de reos libres’ no es agradable”, dice Marco Martos por experiencia propia. En este país donde la justicia se sufre, Martos ha sufrido cinco juicios injustos que prefiere no recordar.

Pero las injusticias del derecho no solo se sufren en las audiencias. Los textos de los abogados, los partes judiciales, las sentencias, pueden ser insufribles. La redacción enrevesada y el uso de palabras rebuscadas o expresiones abigarradas parecen estar dispuestas para inducir al error o a la confusión. Marco Martos comparte esta opinión, pero esboza otra teoría. “Esta manía de usar términos que otros no entienden tiene que ver con el deseo de volver algo privado lo que es público. Lo que es público es el lenguaje de cotidiano, y los términos con los que los abogados más se enredan se reeren a conceptos en los que no se pueden usar palabras de uso diario”, dice.

La perversidad de la ficción

De esa imagen negativa de la que hablábamos al inicio, Marco Martos señala como ejemplo al libro más famoso de Ciro Alegría: El mundo es ancho y ajeno. “En esta novela se aprecia un tipo de derecho muy de época, muy ligado al poder en sus decisiones”, dice.

Y cita como otro ejemplo al escritor piurano Francisco Vega Seminario. “En sus obras plantea problemas donde aparecen abogados, como los enfrentamientos por despojo de tierras en su novela Chicha, sol y sangre. O El Honorable Ponciano, donde muestra las artimañas legales para ganar las elecciones en la mesa no por el conteo de votos, sino por lo que ocurre después, por las argumentaciones que realizan los abogados”.

La fama de los abogados fue vista con un humor más benévolo por don Ricardo Palma, que en sus Tradiciones Peruanas incluye el relato Abogado de Abogados, donde cuenta como el santo patrono de los abogados, San Ivo de Kemartín, entra al cielo por un descuido de San Pedro. “De seguro que te descuidaste con la puerta, y tenemos ya abogado en casa”, dijo el Señor al darse cuenta. Hasta Dios tenía reservas.

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