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Estudiar Derecho a través del tacto y del oído

Estudiar Derecho a través del tacto y del oído

Uno de los retos de estudiar Derecho es tener que revisar y analizar gran cantidad de textos académicos. Frente a ello, la tecnología ha permitido superar algunas barreras para que estudiantes y abogados invidentes puedan formarse y trabajar, incluso como jueces.

Por Redacción Laley.pe

domingo 23 de agosto 2015

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Por: Gabriela Quevedo Castañeda

Edwin Béjar Rojas forma parte de una lista muy corta: la de magistrados invidentes. Son pocos en todo el mundo los que han podido sentar precedente, al lograr ser admitidos por los sistemas judiciales de sus respectivos países. En mi vida siempre he tenido retos que he ido asumiendo”, dice este abogado graduado con honores de la Universidad San Antonio Abad del Cusco que tiene dos maestrías, un doctorado y es juez desde el 2012.

¿Cómo enfrentó los estudios pese a la discapacidad visual? Durante los años de universidad lo hizo con la ayuda de su familia y de sus compañeros, quienes leyeron para él. Cuando empezó a trabajar en la Defensoría del Pueblo contó con un asistente, y cuando ocupó la jefatura de la oficina desconcentrada de Madre de Dios empleó el sistema de lector de pantallas Jaws (por sus siglas en inglés, Job Access With Speech).

Ahora Edwin Béjar tiene 37 años de edad y es juez titular del Tercer Juzgado Especializado de Familia de Cusco. El software que el juez Béjar utiliza para revisar los expedientes digitalizados y redactar sus resoluciones, entre otros escritos, es el mismo que los estudiantes de Derecho con discapacidad visual emplean para navegar en la computadora y oír –con una voz entre humana y robótica– todo lo que muestra la pantalla de la computadora. En el Perú, solo tres bibliotecas públicas cuentan con Jaws. En Lima, solo una universidad, la Universidad Católica del Perú (PUCP), ha implementado un servicio de atención a usuarios cuya discapacidad visual es parcial o total.

Bibliotecas accesibles

En entrevista con La Ley, la jefa de la O­ficina General del Sistema de Bibliotecas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), Isabel Miranda, admite que ninguna de las 46 bibliotecas que aloja el campus cuenta con una sala de lectura que preste material en braille o digital accesible a usuarios con discapacidad visual. Por ese motivo, estudiantes de Derecho, como Rosa Mendoza Ticse, no van ni a la biblioteca central, ni a la de su facultad, pues no pueden acceder a ningún texto.

“Lo que suelo hacer es pedir a los profesores los libros en digital y a través de los lectores de pantalla puedo acceder a sus contenidos”, asegura la joven de 22 años, quien divide su tiempo entre las exigencias del último año de facultad y sus prácticas en la Adjuntía para la Administración Estatal de la Defensoría del Pueblo. Rosa perdió ambos ojos a la edad de dos años como consecuencia de un cáncer. Su pasión por el Derecho Constitucional y de Familia le ha hecho trazarse como meta ingresar al Poder Judicial.

El proyecto de modernización de los servicios de la biblioteca central de la UNMSM facilitará la adecuación de una sala para invidentes. La demora con el presupuesto solo ha permitido disponer de un área en el primer nivel, asegura Miranda. El equipamiento y la designación de personal capacitado son asuntos pendientes.

Un repaso rápido a las principales universidades de la capital evidencia que solo una institución privada, la Universidad Católica, cuenta con una biblioteca que califi­ca como accesible. Estos espacios se caracterizan por tener “instalaciones y materiales accesibles para la persona con discapacidad física, mental e intelectual, incluido el sistema braille y el libro hablado, así como elementos técnicos que permitan el acceso de estas personas a la información general”, según indica la Ley N° 29973 vigente desde diciembre de 2012.

Ni la norma, ni su reglamento difundido en El Peruano en abril del 2014 se han visto cumplidos en otras bibliotecas limeñas que no sean la Biblioteca Nacional del Perú (BNP) y la Biblioteca Central de la PUCP. Aquellas entidades ofrecen servicios para este grupo de usuarios desde el 2001 y 2008, respectivamente, como iniciativas empleadas mucho antes de la emisión de la norma.

 

El oído vs. el tacto

La encargada de la sala para invidentes de la BNP, Rosa Yataco, indica a La Ley que los 350 usuarios al mes que visitan sus instalaciones suelen emplear tres soportes de lectura: “Los libros impresos en sistema braille, los libros hablados, que son la versión oral del libro impreso, y por último los digitalizados, es decir, los virtuales. Su elección depende de su necesidad o habilidad”, asegura Yataco, quien trabaja en la sede de la avenida Abancay, donde antes se ubicaba el edifi­cio principal de la BNP que ahora opera en San Borja.

De acuerdo con la bibliotecóloga, los estudiantes eligen más el soporte digital, que es en resumidas cuentas el texto scanneado y pasado a Word. Este puede escucharse utilizando el Jaws, que cuesta US$1.500 por licencia o NVDA, que es un software libre de pago. La biblioteca cuenta con cinco computadoras que acceden al Jaws. “Braille no eligen, porque es muy voluminoso”, indica Yataco. Una página A4 impresa en tinta, se convierte en cuatro páginas si se traduce a braille.

La sala de la BNP es sin lugar a dudas la más completa en recursos entre las tres bibliotecas públicas y la privada que brindan servicio para usuarios con discapacidad visual a nivel nacional. “Aquí vienen a revisar algunas reglamentaciones que tenemos en braille, nos piden también el boletín de normas legales. Lo que hacemos con él es descargarlo y grabarlo en un USB para que lo escuchen con el Jaws”, explica Rosa Yataco.

Acceso a todos y a todo

Andrea Burga, estudiante de periodismo de la PUCP, perdió la vista casi totalmente debido a una enfermedad degenerativa cuando tenía 12 años. Este ciclo integra la Clínica Jurídica de la facultad de Derecho. “El tema en ese semestre es discapacidad. Yo y mi compañera, porque nos dividen en parejas, hemos llevado dos casos de personas con discapacidad auditiva”.

La elección de universidad de Andrea no estuvo sujeta al servicio que ofrece la Biblioteca Central. En el proceso conoció a Diego Pontetribeño, quien actualmente cursa el noveno ciclo de Derecho en la PUCP. Diego le contó a Andrea sobre la modalidad de ingreso que ofrecía esta universidad: el examen de admisión contaba con una persona que leía todas las preguntas y alternativas.

A Pontetribeño le gustaría recibir guía del juez Béjar, de la misma manera en que él orientó a Andrea. Desde su despacho en Cusco, Béjar se ha propuesto marcar el camino para dar acceso transversal a a la justicia. Que las salas de familia de Cusco cuenten con el sistema del expediente digital y la notificación electrónica lo ha ayudado mucho. “Si es necesario modi­ficar un procedimiento para que alguien de cualquier condición acceda a la justicia, lo hago”, asegura en una entrevista con La Ley. Al cierre de esta nota, el magistrado prepara una resolución para dictar sentencia a dos personas con discapacidad mental, una condición aún más invisibilizada que la invidencia.

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