*Por: Luis Davelouis

Por ejemplo, explica por qué y cómo así la idea de raza es solo un espejismo, pues las razas humanas no existen; analiza objetivamente la verdadera naturaleza, promesas y peligros de los alimentos genéticamente modicados y narra cómo es que las nuevas especies pueden aparecer en un criadero de perros que se cruzan entre sí o entre los mosquitos que viven en el metro de Londres, bajo tierra y que son muy diferentes a los que viven sobre la supercie y de los que, de hecho, descienden. También se ocupa de las bacterias y los virus cuyos cambios solemos llamar mutación pero no son nada más y nada menos que procesos evolutivos, evolución en acción.

Pero no se queda allí. Además, da un rápido paseo por los 4 mil 500 millones años de edad que tiene nuestro planeta hogar que Nye aprovecha para comentar la renovada iniciativa de buscar vida en otros planetas. Explica la relevancia y peso cientícos de los fósiles transicionales como el Tiktaalik (un pez con extremidades parecidas a patas y que pudo hacer sido el eslabón entre peces y an- bios) o el Ambulocetus (un cetáceo que vivió hace unos 50 millones de años y que podía nadar y correr en la tierra, una suerte de cocodrilo mamífero) y cómo es que los dinosaurios no se extinguieron realmente sino que evolucionaron y se convirtieron en aves. También describe cuán parecidos son un ave y un murciélago a un ser humano desde un punto de vista organizacional, al menos.

Con un lenguaje simple, directo y divertido, Bill Nye demuestra con entusiasmo que la evolución es mucho más que una refutación del creacionismo –o de la teoría del diseño inteligente, como se hace llamar ahora– sino que es una forma de pensar esencial para entender a la naturaleza, cómo es que funciona y cómo así es que cambia constantemente el mundo y, al mismo tiempo, cómo es que la teoría de la evolución podría ayudarnos a encontrar pareja.

Este libro se inspiró en el debate que Nye sostuvo en febrero del 2014 con Ken Ham, fundador y curador del museo de la creación (una plataforma que intenta darle peso cientíco a la teoría del diseño inteligente). Nye no destruye los argumentos de Ham y de sus seguidores con burlas ni sarcasmo, en vez de eso, se esfuerza en explicar, con ejemplos claros y evidencia contundente, por qué no tiene sentido pensar que el mundo tiene seis mil años o que haya algo como un “diseño inteligente y perfecto” con tan solo observar el número de anillos de un árbol fosilizado u observar cuán distinto y deficiente es el ojo humano comparado con el de un halcón o el de un pulpo. No hay un creador, y con la evolución, no hay necesidad de uno. La ciencia detrás de ella no es perfecta, es solo un juego de adaptación y selección genética en el que gana el que mejor se acomoda y en el que ningún triunfo es permanente.

“La evolución es una de las ideas más poderosas e importantes ideas que se haya desarrollado en la historia de la ciencia y de la humanidad. Cada pregunta que plantea lleva a nuevas respuestas, nuevos descubrimientos y nuevas preguntas inteligentes. La ciencia de la evolución es tan amplia como la naturaleza misma y también es la historia más signi cativa de la creación que los seres humanos han encontrado”, sentencia Bill Nye.