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César Azabache: el abogado que retó a las crisis

César Azabache: el abogado que retó a las crisis

Los momentos de crisis constituyen, por graves que estos sean, momentos en los que surgen oportunidades únicas. El ejemplo de esta reflexión es la carrera de César Azabache.

Por Redacción Laley.pe

domingo 7 de junio 2015

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*Por: Ángel García Catalá

Nadie duda que los años ochenta fueron una mala década para el Perú, pues bien en medio de la penosa crisis económica y un conflicto armado que amenazaba con desangrar al país, un joven Azabache comenzaba a practicar en la Comisión Episcopal de Acción Social y el Instituto de Defensa Legal (IDL).

Fue en aquellos lugares en los que el por entonces estudiante comenzó a interesarse por el Derecho Penal, ámbito final de toda discusión sobre las violaciones de derechos humanos. Eran tiempos convulsos, en los que el IDL trataba de que, en medio del caos y la lucha –desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, torturas–, prevaleciera la proporcionalidad en la respuesta del Estado y la dignidad de las personas.

Un camino propio

Este periodo ligado a la defensa de los derechos humanos terminó para el ya graduado y colegiado Azabache al finalizar su vinculación con la Comisión Andina de Juristas. De ahí pasó, también rodeado de una crisis institucional importante, a ejercer como abogado penalista corporativo. Lo hizo, no ya como practicante o simple empleado, sino como fundador de su propia firma.

“En el año 96 nadie tenía claro dónde estaba el sistema institucional. El sistema estaba en plena crisis y reforma. Creo que eso explica que a los 30 años haya podido fundar la rma y que esta se haya estabilizado y sostenido como lo ha hecho en medio de un proceso que tiene mucho que ver con el desarrollo y debate del esquema institucional inaugurado por el fujimorismo en el año 92 y la consolidación de la transición a partir del año 2000. De alguna manera, es un momento irrepetible”, explica el propio Azabache al respecto de aquel cambio.

Así es como, a su vez, en un ambiente y tiempo denido por la crisis y la inestabilidad, surge la oportunidad: “la transición que forma parte del golpe de Estado del 92 abre de alguna manera un punto de quiebre que hace que todo esté alterado. Eso puede explicarse también como una ventana de oportunidad que permite o que permitió, en medio de la crisis, el desarrollo de las prácticas innovativas”. Y es que para César Azabache: “los años noventa dejaron, en mayor evidencia que cualquier otro periodo, la necesidad de desarrollar otras prácticas legales que sean al mismo tiempo institucionalmente sólidas y comunicacionalmente competentes”.

La senda de otros

A lo largo del devenir profesional de todo abogado cuya trayectoria sea digna de ser contada existe, asimismo, la inuencia de otros profesionales. Los inicios, ya se sabe, son etapas de formación en la que jefes y profesores suponen una figura a seguir, un modelo a tener en cuenta como referente. En la carrera de César Azabache estos modelos están representados, por encima de cualquier otro, por los abogados Ernesto De la Jara (director de IDL) y José Ugaz.

Con el primero trabajó, como ya se dijo, a finales de los ochenta y el principio de los noventa, mientras practicaba en el Instituto de Defensa Legal. Sobre De la Jara, Azabache destaca “su capacidad para combinar distintas acciones de defensa en una situación que era institucionalmente muy dura”.

Recuerda, por ejemplo, los casos de Danilo Quijano y Álvaro Villavicencio Whitembury, presos que fueron absueltos en un año (1992) en el que las absoluciones de los Tribunales sin rostro se reducían a la nada. Sobre el éxito en estos casos, Azabache aprendió la importancia de “reconocer y construir una dimensión comunicacional que permita que los juicios penales no sean procesos desarrollados a puertas cerradas y a espaldas de la comunidad”.

Sobre Ugaz, si bien Azabache no trabajó en su firma, el abogado valora el haber trabajado junto a él en muchos casos. “El modo en que José encaró la práctica de litigación excedía a lo que era el Derecho Penal económico. Creó una matriz de trabajo definida en función a comprender los problemas corporativos que puedan tener implicancias penales. Lo que hizo Ugaz en términos formativos fue absolutamente importante para el modo de pensar la litigación. Y en la litigación honesta además”.

El éxito como fracaso

A pesar de que, bajo cualquier criterio, la carrera de Azabache puede valorarse como definitivamente exitosa, mientras recorre algunos de los casos que la han definido, se detiene en una suerte de paradoja. Lo hace mientras explica que “hubo un caso en el que vi a una persona que defendí condenada a 25 años de cárcel. Esa es una sensación que no quiero repetir en mi vida. Al final, fue absuelta y recuperó la libertad, pero el día en que la condenaron tuve una sensación que marcó mi carrera”.

“Lo que más me impresionó fue darme cuenta que, por mayor dolor que sintiera, quien quedaba preso ese día era él, no yo, y quien estaba fuera del penal esperando saber qué había ocurrido era su esposa que tenía dos niños menores. Sí, al final ese caso terminó con una excarcelación, pero ese día es irrepetible. Probablemente esa sea la experiencia más fuerte que arrastré”.

Para Azabache, la moraleja que trae este episodio, por más demoledor que parezca, es la siguiente: “¿Quieres ver un mercado de frustraciones? Abre las gavetas de este Estudio, porque detrás de cada caso que hemos ganado hay una persona que ha perdido algo que no recuperó jamás. No es que no haya tenido fracasos, es que hasta los éxitos en litigación esconden un fracaso dentro”

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