Viernes 03 de mayo de 2024 | Suscríbete al Newsletter de La Ley

Revive la inolvidable entrevista a Fernando de Trazegnies: «Elegí el Derecho por presión de mi padre»

Revive la inolvidable entrevista a Fernando de Trazegnies: «Elegí el Derecho por presión de mi padre»

Por Redacción Laley.pe

lunes 24 de octubre 2022

Loading

Hace ocho años, la revista La Ley inmortalizó una memorable entrevista al civilista Fernando de Trazegnies, uno de los forjadores del derecho civil en el país.

La publicación fue difundida en 2014 y abordó la vida de Trazegnies en la universidad, sus experiencias como practicante de derecho, su infancia y la política, su padre, su pasión por la astronomía, además de algunos diálogos inéditos y escaramuzas contra el expresidente Alberto Fujimori. Estos son algunos de los temas que compartió durante aquella conversación.


Fernando de Trazegnies, la nobleza del derecho

 

 

Luis Felipe Gamarra / Ricardo Flores

Durante su niñez, el pequeño Fernando de Trazegnies Granda soñó con ser astrónomo. Con ayuda del telescopio que le regaló su padre, el diplomático belga Ferdinano de Trazegnies y Maeck, observaba la galaxia, anotando sus descubrimientos en una libreta.

Tal como lo hacían los antiguos griegos, Fernando ubicó las constelaciones, las estrellas principales y los cráteres de la luna. Por esa razón, con tan solo 12 años de edad, fundó con otros cinco compañeros del colegio Inmaculada, la Asociación Juvenil Peruana de Astronomía, una organización semiclandestina que reunía por las noches a un grupo de niños a los que les gustaba mirar el cielo.

Las fórmulas matemáticas no le eran ajenas, tampoco la prosa o el verso, por lo que la arquitectura le parecía lo más semejante a escribir poemas con ladrillos de concreto. Así de dispersos eran los pasatiempos de Fernando, cuya curiosidad parecía una taquicardia. Para su madre, María Rosa Granda y Vásquez de Velasco, la vocación de su hijo era toda una incógnita.

En cambio, para su padre, no importaban sus aficiones en tanto Fernando, el primogénito de tres hermanos, honrara la tradición familiar, incorporándose al cuerpo diplomático del Perú. Él mismo, de hecho, llegó al país en el año 1934 para desempeñarse como un destacado miembro de la misión belga. Su abuelo, el doctor Carlos Granda, fue jefe de la delegación peruana en Alemania y Bélgica.

Como era evidente, quería que Fernando les siguiera los pasos: «Elegí el Derecho por presión de mi padre, como base para hacer una carrera diplomática, sin imaginar que esta profesión me llevaría a ocupar el cargo más alto en las relaciones internacionales de mi país», recuerda Fernando una tarde de noviembre, recostado en un sillón en medio de su biblioteca, una habitación enorme colmada de libros antiguos, escudos, espadas y armaduras, como la de un castillo medieval.

«Yo mismo diseñé este espacio», nos dice al vernos recorrer el lugar con los ojos, «quería que fuera de dos pisos, con estantes para colocar cosas. Los libros debian ir en una habitación secreta que se abre empujando esa pared, explica señalando el pasadizo secreto, pero terminaron apoderándose de los anaqueles. Ahora, como dice mi esposa, los libros son un cáncer avanzado que se esparce por toda la casa. Los ladrillos de piedra del mezzanine los coloqué a la vista, para que contrastaran con el enchapado de madera. El techo lo imaginé plano, con tragaluces, como los de las casas antiguas, pero un amigo me recomendó que lo dejara abovedado, como el de las iglesias, por eso lo llamo mi ‘convento’, al que me retiro todas las tardes a meditar», dice Fernando, expresando a través de estas cuatro paredes sus orígenes aristocráticos.

Por su lado materno heredó los títulos de Marqués de Torrebermeja y de Conde de Las Lagunas. Por su lado paterno se incorporó a la Soberana Orden de Malta. Sin embargo, este abogado, egresado de la Universidad Católica en 1960, con estudios en la Universidad de París -donde empezó el doctorado-, así como alumno visitante en la escuela de leyes de Harvard, considera que las leyes están por encima de la nobleza.

«El Derecho Romano no estaba vigente en el mundo medieval como Derecho positivo, no era Derecho aplicable. Más todavía, los principes y gobernantes tenían una profunda antipatía por el Derecho Romano porque constituía una invasión y un recorte a su propio poder en nombre de un imperio en vías de obsolescencia», afirmó durante el discurso por el 75 aniversario de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica, una intervención polémica porque en su afán de defender el Derecho como una disciplina antidogmática, llegó a cuestionar el origen católico del centro de estudios.

«¿Qué se entiende por ‘universidad católica o por facultad de Dere cho católica? Ciertamente, creo que no podemos empobrecer el concepto atribuyéndole solamente el sentido de que se trata de un centro de educación superior de católicos y para católicos: la facultad de Derecho católica pretende formar abogados serios, sean o no católicos».

Ferdinand, como su padre, Carlos, como su abuelo materno, y Leopoldo, como el entonces Rey de Bélgica, empezó su carrera profesional en el Estudio García y Sayán, donde ingresó como practicante en el año 1964. Cuando el reconocido abogado Max Arias-Schreiber se fue de ese bufete para incorporarse al Estudio Olaechea, invitó a Fernando a seguirlo, marcando su ingreso a la firma más importante de Derecho Corporativo de aquel entonces.

«La labor del practicante era salir a caminar, con papeles en mano, a las diferentes oficinas del Estado, desde el Poder Judicial hasta el Ministerio de Economía, en la avenida Abancay, para llevar diversos recursos. Me encargaban buscar información sobre instituciones jurídicas, revisar cosas para hacer más fácil el trabajo de los abogados», dice Fernando, quien por poco se despide de ese Estudio sin haber ascendido ningún puesto.

«Quería iniciar mi doctorado en la Universidad de París, por lo que le pedí a los socios un permiso. Y como me lo negaron, renuncié. Llegado el día me despedí de todos, hasta que me tocó ir donde el doctor Alfonso Rubio Arena, un brillante tributarista, quien me conminó a que regresara en seis meses. Pero yo le respondí que yo ya había ampliado mi estadía a un año frente a mi inminente salida. Él me dijo que regrese en un año, pero le dije que quería recorrer Europa cerca de un año y medio. Rubio me dijo de forma tajante: si no regresas acá, el 1 de octubre te botamos».

Tampoco olvidará nunca las lecciones de personajes como Felipe Osterling, abogado que no solo le pedía hacer recados, sino que le enseñaba hasta la finalidad que tenía cada exhorto: «Me tocó encargarme de los procesos de cobranzas, de las prescripciones adquisitivas. Una vez me pasaron los archivos de una propiedad, cuyos títulos se remontaban a la colonia. Así empecé a entusiasmarme también con la historia», dice el doctor De Trazegnies, quien se despidió de aquel bufete en 1970 para fundar su propia oficina, en los altos del cine Metro, en la Plaza San Martín.

El noble y el general

Desde octubre de 1968, mes en el que el general Velasco proclamó el asalto a los pozos petroleros de la International Petroleum Company, en Talara, el sector hidrocarburos se transformó en la expresión más palpable del nacionalismo militar. «El patrón no comerá más de tu pobreza ni el caballo del hambre de tus hijos», se convertiría en el lema de una administración que duraría 12 años.

Sin embargo, para 1975, generales como Jorge Fernández Maldonado, ministro de Energía y Minas, habían perdido la fe en aquella prédica. «Hubo un asunto de una compra de maquinaria a una firma japonesa. El tema era bastante sencillo en términos legales (…) la empresa tenía la razón. Pero no era tan simple en el plano político, porque Velasco estaba en contra de cualquier resolución en contra del Perú. Eso lo sabía el ministro Fernández Maldonado, por lo que me buscó como consultor externo para que le de una opinión legal», recuerda De Trazegnies. «Redacté un informe y me olvidé del asunto. Pasaron como seis meses y Fernández Maldonado me llamó por teléfono. Quería que vaya a primera hora a Palacio, para sustentar mi informe frente al gabinete».
 

Hasta aquella fecha el único contacto que tuvo con la política fue su participación como integrante del Partido Demócrata Cristiano (PDC) durante su época universitaria, al que renunció tres años antes precisamente por el apoyo de Héctor Cornejo Chávez a la dictadura, al aceptar dirigir el expropiado diario El Comercio.

Estaba en contra de las dictadura y así se lo iba a hacer sentir al líder de una de las últimas dictaduras del Perú. A las ocho de la mañana ingresó a Palacio por la puerta de Jirón de la Unión, donde un edecán lo condujo hacia los ministros de Estado.
 

Al final de su ponencia, el general le preguntó. «Dígame, ¿usted ha pensado todo esto solo?». De Trazegnies le respondió que no. «¿Con cuántas personas trabajó?». Él contestó que coordinó el informe con otros dos abogados. «¿Y ninguno de ustedes tres ha sabido defender los intereses del Perú?», alzó la voz Velasco. «Siéntese». Entonces, pasó lo que el resto de generales presentes jamás imaginó.

«Señor presidente», le respondió De Trazegnies, «al Perú no solo se le defiende haciendo lo que uno como peruano quisiera que fuera, sino también diciendo lo que no se puede hacer, porque podrían haber consecuencias en contra de la patria». Pese a que su respuesta pudo cortarle la cárcel o la deportación, De Trazegnies no se amilanó frente al poder defacto. «Con o sin dictadura, el Derecho es el Derecho. Si me habían llamado para sustentar un informe legal, era porque sabían que no podían sentarse en el Derecho, porque la dictadura podía suspender la Constitución en el Perú, pero no en los tribunales internacionales».

El Canciller y la política

 

De Trazegnies afirma que, salvo aquella vez que se incorporó al partido demócrata, nunca más participó en política. Pese a que muchos lo recuerdan más por su faceta de ministro de Relaciones Exteriores, sobre todo por sus logros en materia fronteriza con Ecuador y Chile, De Trazegnies llegó a la Cancillería casi por una casualidad.
 

Eduardo Ferrero Costa, ministro de dicha cartera desde julio de 1997, y exalumno suyo en la Universidad Católica, lo convocó para que se encargara de presidir la delegación peruana que negociaría un tratado fronterizo definitivo con Ecuador después de la guerra del Alto Cenepa. De Trazegnies le explicó que no tenía experiencia en asuntos internacionales, pero Ferrero insistió destacando su habilidad para negociar acuerdos satisfactorios.

Antes de partir a Quito como jefe de esta delegación, recibió la llamada del presidente Alberto Fujimori, quien le preguntó la diferencia entre propiedad y territorio. «Presidente, le dije, territorio es la soberania, propiedad era la que estaba inscrita. Me pareció una sugerencia interesante para buscar un punto de encuentro entre las dos posiciones, porque si era aceptada por la parte ecuatoriana, se iba a poner fin a todo, firmando por fin el tratado de límites. Pero le pregunté a Fujimori con qué motivo le íbamos ceder en propiedad una porción del territorio. Él respondió que ese era mi problema».

En Quito, en el Palacio de Carondeler, lo esperaba el presidente Mahuad, acompañado de su canciller. Mahuad le preguntó a De Trazegnies, qué hacía en esta delegación, si él no era político ni diplomático, demostrando que había investigado a su interlocutor antes de su llegada.

«Le respondí que antes que nada estaba allí porque quería contribuir a la paz entre dos países que eran hermanos de padre español, pero de diferente madre inca, tal como escribió José de la Riva Agüero respecto a todos los países de América Latina. También le comenté sobre la devoción del Señor de los Milagros, que sale todos los meses de octubre, acompañado en el anda de la Virgen que de la Nube, nada menos que la patrona de Quito. Finalmente, le contesté que había querido ir para conocer el palacio de gobierno, que en el pasado funcionó como la Real Audiencia de Quito, encabezada hace muchos años por su tatarabuelo, Pedro Vásquez de Velasco, presidente de la audiencia en 1655».

Mientras Mahuad escuchaba a De Trazegnies, el canciller de Ecuador salió de la habitación. Después de unos minutos, regresó con un libro gordo entre sus manos. «Aquí tengo la relación de presidentes y no encuentro a su familiar», interrumpió. «Claro, estás buscando los cuadros y los nombres, allí no sale, porque ustedes fueron unos ingratos y nunca le pintaron un cuadro. Busca en la página 11. Allí lo encontró, eso liberó la conversación y Mahuad me pidió que me quedara a almorzar. Yo le dije que me quedaría todo el tiempo que fuera necesario hasta llegar a una solución».
 

Durante la comida, Mahuad le dijo que ellos no podían salir de Tiwinza, porque muchos soldados ecuatorianos murieron allí. De Trazegnies le explicó que podría construir un cementerio, tal como el que poseen los franceses en territorio alemán, donde la frontera sigue del lado alemán pero la propiedad del camposanto le pertenece a Francia. «Mahuad se sorprendió, dijo que era una cosa interesante». Aquella tarde, De Trazegnies selló la paz con Ecuador.

No obstante, el Canciller Ferrero se opuso al arreglo. Reunido con el presidente Fujimori, Ferrero afirmó que se necesitaba una paz armada, porque el Perú no podía ceder ni un centímetro a la parte ecuatoriana. Horas más tarde Ferrero renunció. «El domingo por la noche Fujimori me llamó, preguntándome si podía estar a las 11:00 de la mañana en Palacio para juramentar como ministro. Le dije que yo no era político, Fujimori me respondió que no me pedía ser político sino atender los temas vinculados a las relaciones internacionales. Después de dejar claro que me iba a ir cuando yo quisiera, acepté ir a Palacio».

El 12 de octubre de 1998, De Trazegnies juramentó como ministro. Se quedó dos años más, probablemente los más difíciles de su carrera pública, porque se quedó no solo durante el cierre del Tribunal Constitucional, sino después de la renuncia por fax de Fujimori desde Japón.

Mientras De Trazegnies se encontraba en Panamá en una cumbre de países iberoamericanos, Fujimori se despedía del Perú con un documento de nueve líneas en Tokio, hasta donde huyó después de salir con rumbo a Brunei a una cita a la que iba a asistir en principio De Trazegnies, pero que fu Fujimori acomodó para despistarlo y huir del país tras la salida del video Kouri-Montesinos.

«Hay quienes dicen que soy fujimorista, pero yo solo reconozco las cosas buenas que hizo Fujimori. Reconozco como abogado que la reelección fue una barbaridad, que los asesinatos de La Cantuta fueron una monstruosidad, pero creo que Fujimori no sabía de esos hechos. Me quedé hasta el final porque pensé que, así como logré el tratado de límites terrestres con el Ecuador, podía también por fin culminar la ejecución del Tratado de 1929 con Chile -permitiendo la inauguración del muelle peruano en Arica-, así como a la delimitación marítima con este mismo país», dice De Trazegnies, quien logró los dos primeros objetivos, izando una bandera peruana sobre el Morro de Arica, pero no tuvo tiempo de alcanzar su tercera meta.

Al salir del gabinete, el 25 de noviembre de 2000, el mismo día que Valentín Paniagua juramentó como presidente, los socios del Estudio español Uría Menéndez, con quienes iba a fundar un segundo estudio en asociación con el Estudio Payet, creyeron que su nombre estaba mancillado, por lo que le pidieron que se tomara un año antes de incorporarse al bufete. «Esta firma lleva mi apellido, les dije, así que renuncie».

Si algo aprendió de los títulos que lleva, es que estos se les otorgaron a sus antepasados en reconocimiento por sus actos. «El título de Marqués de Torrebermeja se entregó en 1727 a un general de los ejércitos de España en el Perú, casi 100 años antes de la independencia. El título de Conde de Las Lagunas es de 1715, y lo llevó Gaspar Vásquez de Velasco y de la Puente, tatarabuelo, quien figura en cuarto lugar entre los firmantes de la independencia del Perú, al lado de San Martín. Son gente que hizo cosas por país», reflexiona De Trazegnies mirando al vacío, pensando quizá que él quiso hacer lo mismo en el momento en el que otros habrían declinado.
 

Ahora, para De Trazegnies, el mejor titulo es ser reconocido como uno de los docentes más importantes del Derecho, así como un abogado que llevó paz a dos países basado en el Derecho y la Historia. Más allá de las críticas, su legado difícilmente pasará al olvido.

NEWSLETTER DE LA LEY.PE

NOTICIAS RELACIONADAS