César Delgado-Guembes conoce el Congreso al derecho y revés. Su desempeño en distintos roles así lo ratifica. El abogado, que ha dictado por más de 20 años Derecho Parlamentario en la PUCP, confiesa que dentro de sí existe una incontenible pasión por la música y el arte.

Aparte de ejercer el Derecho, ¿dedica parte de su jornada diaria a realizar alguna otra actividad?

En mi propio proceso de aprendizaje he sentido impulsos que me han llevado a explorar mundos paralelos. La música es uno de ellos y me permite reproducir y traducir melodías de mi inconsciente. En suma, mi actividad paralela es el desarrollo de formas de arte como la música, la pintura o la poesía.

¿Cómo divide su tiempo para ocuparse del Derecho y a la vez del arte, de la música, de la pintura o de la poesía?

Puedo pasarme meses sin usar mi shakuhachi-flauta japonesa-, mi saxofón o mi trompeta; años sin pintar, y tiempo largo sin escribir una línea de poesía. Si la intensidad del trabajo diario en el Derecho me impone el aislamiento de esa pasión, la energía se acumula y luego explota de manera súbita. Irrumpe con violencia y me exige que duerma menos o que aparte más de alguna actividad social.

¿Qué género de música, qué tipo de pintura o qué clase de poesía le atrae más y quiénes son tus favoritos?

Mis gustos musicales dependen del ánimo en el que me encuentre. Puede ser de estilo medieval o dodecafónico, y en ese caso escucho la música para viola de Savall o Rachmaninoff. Pero también puedo preferir heavy metal o hard rock, y entonces escucho Black Sabbath y AC/DC; o el jazz, donde siempre recurro a Miles Davis o Cher Baker.

En cuanto a pintura, me siento más cómodo con el surrealismo y con los impulsos de la sensualidad. Por eso admiro los trabajos de Rubens y de Tiziano; además de De Szyzlo. Y en poesía, mis favoritos son los británicos Dylan Thomas y W.B. Yeats, los franceses simbolistas como Mallarmé o Baudelaire; y en la poesía peruana, José María Eguren o Martín Adán.

¿De qué manera puede vincular el arte con el ejercicio del Derecho?

El Derecho, en la academia y en las Cortes, suele ser apreciado solo en su dimensión formal. Sin embargo, desde otro punto de vista, es también el arte de ajustar nuestra convivencia, de tal forma que el producto de la vida en comunidad resulta más beneficioso que desconocer toda regla. Se crea como se crea un blues, con improvisación y sentimiento, reconociendo la ley interior de la armonía colectiva: ni tanta ley que no haya espacio para la libertad, ni tanta libertad que el desorden impida la articulación de esfuerzos comunes. Así, nuestra Constitución es una partitura, un lienzo y un himno basado en la pluralidad.