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Ana Estrada y su lucha para que en el Perú se reconozca el derecho a una muerte digna

Ana Estrada y su lucha para que en el Perú se reconozca el derecho a una muerte digna

Es psicoterapeuta, tiene 42 años y polimiositis, una enfermedad que deteriora cada vez más el control de sus músculos, por lo que depende de un respirador. Ella ha decidido iniciar una lucha legal para que el Estado peruano le reconozca el derecho a una muerte digna. Afirma que, de ser necesario, acudirá hasta el TC para ello.

Por Redacción Laley.pe

martes 15 de octubre 2019

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Ana Estrada es una psicoterapeuta peruana de 42 años que desde los doce sufre de polimiositis, una enfermedad que ocasiona de forma progresiva el deterioro del control muscular de todo su cuerpo. Es por esta razón que ella decidió convertirse en activista por la muerte digna en nuestro país y solicitar a la justicia peruana se le reconozca el derecho de decidir sobre el término de sus días.

La enfermedad que sufre Ana Estrada es poco frecuente, causa debilidad muscular y se vuelve muy discapacitante con el tiempo. Se presenta en los músculos con mayor proximidad al tronco, tales como caderas, muslos, hombros, parte superior de los brazos y cuello.

De hecho, en estos momentos Ana solo puede respirar por la tráquea y apenas puede teclear con su índice derecho para escribir en el blog que inició hace unos meses «Ana busca la muerte digna«, y por medio de esta plataforma busca crear conciencia respecto a la libertad de morir en determinadas circunstancias. Ella está decidida a judicializar su caso, incluso hasta llegar al Tribunal Constitucional, a fin de que se descriminalice la eutanasia o suicidio asistido.

«Con los años, y de manera insidiosa, las limitaciones fueron cada vez más comprometedoras. A los 20 años comencé a usar silla de ruedas y poco a poco necesitaba más ayuda para realizar mis actividades diarias como vestirme, asearme, ir al baño, alimentarme, etc. A pesar de todo, y con la ayuda de mi familia, logré titularme como psicóloga, trabajar y ser independiente», comentó.

Ana vive con enfermeras y su habitación es casi un hospital, lo que le hace consiente de que la enfermedad acabará con ella. La dependencia que existe llega al punto de que cada vez que sale a la calle, su padre debe firmar un documento autorizando su salida y de esta manera EsSalud se libera de toda responsabilidad.

«Mi vida ha encontrado un sentido y mi energía está puesta en luchar por mi derecho a una muerte digna, es decir mi búsqueda por la muerte se ha convertido en una motivación de vida, por más paradójico que parezca. Porque finalmente, yo tuve que renunciar a todo: trabajo, independencia y autonomía, pero la libertad es lo único a lo que no voy a renunciar. La libertad para tener el derecho a elegir sobre mi vida y mi cuerpo y, si es que así lo deseo, poder morir en el momento que lo requiera o necesite», señaló.

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